Edicto de Nantes

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Edicto de Nantes

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El edicto de Nantes es un edicto firmado en Nantes el 13 de abril de 1598 por el rey Enrique IV de Francia, autorizando la libertad de culto, con ciertos límites, a los protestantes así como en determinadas plazas fuertes militares. Enrique IV, también protestante, se convirtió al catolicismo para poder acceder al trono. La promulgación de este edicto puso fin a las Guerras de Religión que convulsionaron a Francia durante el siglo XVI, cuyo punto culminante fue la Matanza de San Bartolomé de 1572. El primer artículo es un artículo de amnistía que ponía fin a la guerra civil.

Que la memoria de todas los acontecimientos ocurridos entre unos y otros tras el comienzo del mes de marzo de 1585 y durante los convulsos precedentes de los mismos, hasta nuestro advenimiento a la corona, queden disipados y asumidos como cosa no sucedida. No será posible ni estará permitido a nuestros procuradores generales, ni a ninguna otra persona pública o privada, en ningún tiempo, ni lugar, ni ocasión, sea esta la que sea, el hacer mención de ello, ni procesar o perseguir en ninguna corte o jurisdicción a nadie.

[editar] Historia

El Edicto de Nantes, que cierra en Francia el periodo borrascoso de las guerras de religión, no es el primer texto de este tipo promulgado en Francia. Tras las disensiones constatadas en los últimos cuatro decenios, Carlos IX firmó el edicto de San Germán (o edicto de enero) el 17 de enero de 1562, que contenía el mismo espíritu que el edicto de Nantes, acordando la libertad de culto a los protestantes en Saint-Germain. Lo mismo puede hallarse en el edicto de Amboise (19 de marzo 1563) que reducía los derechos a los gentil-hombres; igualmente la Paz de Saint-Germain (8 de agosto 1570), que pactaba la libertad de conciencia, la libertad de culto y cuatro plazas fuertes: La Rochelle, Cognac, Montauban y La Charité-sur-Loire. La diferencia entre estos textos y el edicto de Nantes, estriba en que éste fue aplicado gracias a la autoridad de Enrique IV que lo impuso.

El Edicto de Nantes “no fue un acto gracioso debido a la voluntad del rey en la plenitud de su soberanía, sino un tratado en el que los artículos fueron debatidos con beligerancia” (Jacques Bainville, Historia de Francia, Marabout 1968). Garantizando la libertad de conciencia en todo el reino, se aseguraba, también, la libertad de culto en aquellos lugares en los que los protestantes ya estaban instalados desde antes de 1597, así como en sus 3.500 castillos y dos localidades por bailía.

En determinadas ciudades, (Burdeos, Grenoble, Castres) los protestantes eran juzgados por tribunales en los que la mitad de los jueces eran protestantes. En otras, el culto estaba prohibido (París, Ruán, Dijon, Toulouse, Lyon) mientras que en otras se permitía el culto (Saumur, La Rochelle, Montauban o Montpellier). Pierre Miquel explica que los católicos que querían practicar la fe de sus padres no podían ir a la iglesia: estaba destruida, o la puerta vigilada por dos piquetes, por orden de un jefe protestante.

Indudablemente este tratado no fue acogido con agrado: las ciudades como París, Rennes, Rouen y otras (ciudades católicas) no lo ratificaron hasta unos 10 años después, obligados por las amenazas de Enrique IV, algunas personas como Agrippa d?Aubigné lo calificaron de abominable prohibición.

Otra idea que se revela falsa es el concepto de tolerancia. Este concepto no figura en el edicto y ni siquiera se utiliza esta palabra, contrariamente a lo aseverado en 1998. De hecho, en esa época, esta palabra resultaba negativa. Es sinónimo de aguantar o soportar. Lo que entendemos por tolerancia: aceptar el pensamiento del otro y respetar su opinión, era totalmente impensable en el siglo XVI. En la cuestión religiosa, cada uno está convencido de ser poseedor de la verdad. “Por tanto, aquello que va en contra de la creencia religiosa de uno, haciéndole abandonar y renunciar, se podría calificar como un derecho de injerencia para salvarle, impuesto por la fuerza“. (Gabriel Audsion, Le Figaro, 30 de abril 1998).

Los católicos vieron en este edicto un medio para contener a los protestantes, soñando con su desaparición. Por otro lado, los protestantes, no consideraban este edicto más que como una pausa en espera de la conversión de los católicos. “¿Es necesario permitir la libertad de conciencia? De ningún modo, se trata de la libertad de adorar a Dios cada uno a su manera. Es un dogma diabólico“, declaró en 1570 Théodore de Bèze, el sucesor de Calvino. En 1586, Catalina de Médicis le dijo al conde de Turenne: “rey, no veo en sus Estados más que una religión“. A lo que respondió el vizconde: “Nos también. Pero que sea la nuestra“.

[editar] Revocación

La vertiente militar del edicto de Nantes, es decir, la posibilidad, para los protestantes, de conservar las plazas fuertes militares, había sido revocada por Luis XIII, con la promulgación del edicto de gracia de Alés (28 de junio 1626), éste, aprobado en la sede de La Rochelle, villa protestante, en 1628, prohibió las asambleas políticas y suprimió los lugares seguros de los protestantes; permitiendo, no obstante. la libertad de culto en todo el reino, salvo en París.

A partir del año 1660, una política de conversión de los protestantes al catolicismo fue emprendida por Luis XIV por todo el reino. Este plan de conversión se llevaba a cabo por medio de unos misioneros, reforzado con diversas presiones, como las dragonadas. Las dragonadas tenían por objeto el obligar a las familias protestantes a alojar un dragón, miembro de un cuerpo militar, que ejercería sobre ella las presiones necesarias para alcanzar su objetivo; la familia debería mantenerle. Esta política de conversiones más o menos forzosas resultó eficaz, cuando menos oficialmente, porque la práctica clandestina del protestantismo siguió manteniéndose incluso dentro de las familias recién convertidas al catolicismo.

Para acabar con esta política, el texto religioso del edicto de Nantes fue revocado por Luis XIV en 1685 (edicto de Fontainebleau), refrendado por el canciller Michel Le Tellier. El protestantismo fue prohibido en todo el territorio francés. Esta revocación supuso el exilio para muchos hugonotes, debilitando, con ello, la economía francesa y beneficiando, por ende, a los países protestantes que los acogieron (Inglaterra, Alemania, Suiza, Países Bajos y sus colonias, como Cap). Se calcula que, aproximadamente, fueron 200.000 los exiliados entre los que se contaban artistas y miembros de la burguesía.

La revocación del edicto de Nantes tuvo también, como consecuencia la sublevación de los protestantes (como la guerra de los camisards) así como un importante descenso en el número de protestantes residentes en Francia que, o bien fueron al exilio o se convirtieron, de forma progresiva, al catolicismo.

Los sucesores de Luis XIV mantuvieron la prohibición del protestantismo, pero ésta fue aplicada progresivamente, sin la intervención de los militares, por lo que, numerosas comunidades protestantes, pudieron subsistir.

En 1787, Luis XVI promulga el edicto de la tolerancia, que pone fin a todas las persecuciones.

Será necesario esperar hasta la Revolución Francesa de 1789 para que el protestantismo sea aceptado.

Un descubrimiento historiográfico reciente demuestra que, el edicto de Nantes, no se selló con lacre verde, utilizado para los edictos perpetuos, sino con lacre negro, utilizado para los edictos temporales. ¿Problema de cancillería o cálculo político? El debate está abierto.

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