Manco Inca Yupanqui

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Manco Inca Yupanqui

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Historia del Perú
Perú Prehispánico
Dominación española
Historia republicana
(1821 en adelante)
FronterasAnecdotarioProyecto

Manco Inca Yupanqui, también conocido como Manco Cápac II, fue el primero de los cuatro incas de Vilcabamba.

A la muerte de Huascar Inca y la posterior ejecución de Atahualpa, Calcuchimac habló con Francisco Pizarro acerca de la posibilidad de tener un sucesor quiteño. Pizarro accede, pero se sabe que secretamente también le había dado el sí a emisarios cusqueños que abogaban por el nombramiento de un Inca nacido en la ciudad capital. Días después, arribaba al provisional campamento español un joven príncipe quiteño, de unos 20 años, hijo del gran Huayna Capac, cuyo nombre resultó ser Tupac Huallpa. El muchacho fue nombrado Inca y tuvo un corto gobierno, dado que lo sorprendió la muerte.

Tabla de contenidos

[editar] Asesinato del Inca y nombramiento de su sucesor

Se habló mucho acerca del verdadero responsable de la muerte del nuevo Inca. Lo cierto es que varios acabaron apuntando al fiero Calcuchimac, bien por odio personal o por simple conveniencia. Finalmente, el general de Atahualpa sería castigado con la hoguera tras rehusarse a la conversión a la religión cristiana. Sucumbió, en cambio, aclamando a la deidad Pan-Costeña Pachacamac. Cabe resaltar que Huayna Capac había generalizado el culto de Pachacamac entre los miembros de su entorno.

El problema para Pizarro era que tanto quiteños como cusqueños seguían peleando por la capital y él necesitaba tener el camino libre para poder llegar a ella. La presencia de un Inca era indispensable para poder avanzar por todo el Camino Real sin mayores problemas. En medio de estos contratiempos y de refriegas de su avanzada con las tropas de Quisquis, se le anunció que uno de los hijos de Huayna Capac se dirigía a él con ánimos de entrevistarse. De unos 18 años de edad, el joven Manco Inca se presentaba a Pizarro como la esperanza para entrar pacíficamente en la ciudad imperial del Cusco. Para Manco Inca, el español era un enviado divino que le devolvería su reino, un “Viracocha”. Así, ambos coinciden en que deben emprender una lucha definitiva contra Apo Quisquis, competente general cusqueño de Atahualpa que comandaba las tropas de ocupación quiteñas.

Tras luchas encarnizadas, las tropas cusqueñas de Manco Inca parecían lucir un nuevo brillo. Con la ayuda de sus aliados españoles fueron consiguiendo importantes victorias que los dejaron a puertas de la ciudad del Cusco, que fue abandonada por los quiteños. Acto seguido, procedieron a ingresar en la capital, que dejó asombrados a sus nuevos visitantes. Sin embargo, no hubo tiempo para sorprenderse por el arte y la arquitectura. Los españoles se dirigieron de inmediato a los palacios en búsqueda de oro. Al haber sido saqueada la ciudad por sus ocupantes, no llegaron a encontrar gran cosa. Fue entonces que dirigieron sus miradas al Coricancha, donde se toparon con el Vilac Umo, quien les reclamó el hecho de que entraran violentamente en el sagrado recinto. Superada la situación con sonora carcajada, pasaron a recoger el oro del interior. Fue en éste momento que el Vilac Umo se tornó en principal enemigo de los españoles, procurando convencer a Manco Inca de que estos no eran lo que él creía.

Cuando todo volvió a la normalidad, se produjo la coronación del nuevo Inca según las antiguas costumbres. Francisco Pizarro, como en la coronación de Tupac Hualpa, se vistió con sus mejores prendas. Ni bien acabadas las celebraciones, Manco Inca hizo un nuevo reclutamiento de tropas y, acompañado de sus aliados españoles, partió en persecución de Apo Quisquis, quien se hallaba en retirada hacia Quito. A esas alturas debía encontrarse ya por Jauja, donde encontraría la resistencia del tesorero Riquelme.

[editar] El desengaño

Los españoles, al saberse ya dueños de la situación tras haber eliminado el peligro que representaban las tropas quiteñas de Quisquis (que moriría luego en una discusión personal con su lugarteniente Huayna Palcon en las inmediaciones de Quito), cambiaron su actitud hacia los cusqueños. Empezaron los maltratos, la explotación y las muertes entre los aborígenes que trabajaban en las tierras de los españoles. El mismo Manco Inca cayó preso varias veces y para poder salir de aquella situación tuvo que pagar sendos rescates, además de pasar por humillaciones grotescas que superó con un altivo desprecio, a la usanza de la nobleza inca.

Sin embargo, pese a todo, seguía creyendo libertadores a los europeos y no fue de la noche a la mañana que cambió su parecer. Se necesitó la persuación del inteligente Vilac Umo para que el Inca reaccione. Los españoles no eran viracochas, más bien eran aventureros codiciosos del oro y plata, miembros de otra potencia militar, un imperio poderoso y extenso, como lo era el suyo. Es así que Manco Inca convoca a sus más cercanos amigos y miembros de la nobleza para dirigirse a un lugar apartado que sería su base de operaciones desde la cual dirigiría la guerra de Reconquista. Para esto, tomó como excusa la existencia de una estatua de oro de su padre, la cual entregaría a un muy confiado Hernando Pizarro, que era una persona muy cercana al Inca hasta entonces. Muchos conquistadores apelaron a la sensatez del caudillo español, diciendo que se trataba de una trampa y que ya habían varios rumores acerca de un levantamiento general en el Tahuantinsuyo. Pizarro hizo caso omiso y se burló, con su conocida soberbia, de los demás, diciendo que en poco tiempo tendrían una estatua de oro que los callaría. Sin embargo los días pasaron y nadie se presentó.

Conocedor de que el Inca se hallaba en Yucay, Pizarro se dirigió con un grupo de caballería “a traer de los cabellos al yndio”. Sin embargo, llegados al lugar, no pudieron realizar su cometido por la férrea resistencia de los cusqueños. Finalmente, se retiró al Cusco comprendiendo que se había cumplido lo que tanto se había rumoreado: un levantamiento general que pondría en peligro la presencia de los cristianos en el Perú.

[editar] El sitio del Cusco

Previo a todo esto, el Inca había tenido la precaución de alejar a Almagro. Con la promesa de que éste encontraría otro “Cusco” en la región conocida como Chili (actual Chile), esperaba dividir cristianos de tal forma que una parte muriera a manos de los collas, tucumanes y otros habitantes del extremo sur del Imperio. Finalmente, él tendría camino libre para dar con las tropas de Pizarro.

Almagro solicitó al Inca la ayuda de “dos señores para que enviase adelante del Cusco para hacer el viaje y apercibir a toda la tierra para que sirviesen a los españoles que habían de ir con él”. Conocedor del poder casi sagrado del Inca sobre toda la tierra, pensó así estar seguro en su viaje al lejano y frío país del sur. Sin embargo, la idea de Manco Inca era enviar una especie de agentes secretos. Uno de ellos, el Vilac Umo, debía regresar al Cusco tras cierto tiempo. Otro, su hermano Paullo Inca (el segundo enviado), debía asegurarse de levantar a las tribus del sur contra los españoles. Finalmente, un personaje menor aunque muy importante viajaba en el grupo: el intérprete Felipillo, que en esta parte de la historia se reinvindicaría tras sus maliciosas acciones durante el proceso de Atahualpa.

Sin embargo, como se verá más adelante, Paullo Inca no cumpliría con su trabajo por buscar el apoyo de Almagro para encumbrarse como Inca en lugar de su hermano. De hecho, éste se abstuvo de participar en la contienda de Las Salinas al ver perdida la batalla de parte de su hasta entonces protector. Finalmente, buscaría el apoyo de Pizarro hasta lograr ser coronado.

Al ver la poca colaboración de Paullo Inca, el Vilac Umo decide adelantar su regreso al Cusco. Lo seguiría Felipillo, tras haber provocado la revuelta de muchas tribus a lo largo del trayecto, pero moriría al ser alcanzado por los españoles.

De regreso en el Cusco, el Vilac Umo informa de la traición de Paullo Topa Inca y se dispone el sitio a la ciudad capital. Para éste fin se reúne un poderoso ejército que corta todos los caminos. No solo los de acceso al Cusco, sino todos los caminos que unían a las distintas ciudades de la tierra. Así, llegarían a Lima numerosos españoles diciendo que “toda la tierra se había levantado”. La crisis sería tal que el mismo Pizarro creería muertos a sus hermanos.

A continuación se consultó sobre la necesidad de capturar Sacsayhuaman. El ataque se dirigió directamente a la fortaleza, defendida únicamente por los cañaris, la cual fue ganada tras una ardua lucha en la que se dice que no participaron los españoles. Desde éste punto se lanzarían los ataques a la ciudad capital.

Las crónicas elevan el número de sitiadores a 100,000 e incluso a 200,000. Lo aceptado es en realidad la cifra de 50,000 hombres. De cualquier modo, un número impresionante de guerreros empezó a bajar de todos los cerros, sembrando el terror en los españoles y sus aliados indígenas con sus gritos y cánticos, así como con el sonido de tambores y pututos. La lucha se generalizó por todas partes de la ciudad y, para quitarle ventaja a la temida caballería española, se inundó la ciudad usando el agua de los canales que pasaban por ahí. Además, se ponían trampas para caballos y se usaban sogas hechas de tendones de camélido para atar las patas de los mismos, sogas tan resistentes que no podían ser cortadas sin un enorme esfuerzo.

Así, la batalla por la ciudad duraría varios días. De a pocos, los cusqueños habían logrado ganar varias partes de la capital y los españoles cada vez más se quedaban con menos espacio para combatir. Al final, solo quedarían dueños de la plaza mayor y la pequeña fortalecilla que se hallaba en esta, donde se refugiarían los conquistadores menos determinados. Contrariamente a estos, Pascac Inca y Hernando Pizarro eran ejemplo para sus compañeros. Pascac Inca, hermano de Huayna Capac y principal aliado de los españoles durante los primeros años de la guerra, dirigía con serenidad las acciones de los indígenas que peleaban por España. Hernando, hermano del Conquistador del Perú, lo hacía con las tropas españolas, aunque el jefe de las mismas era su hermano Juan.

Los españoles, en las horas más desesperadas de la lucha, al verse rodeados por todos lados, empezaron a sentir miedo y muchos dijeron haber visto a la Virgen María recorriendo los techos de las casas para apagar los incendios provocados por los cusqueños, mientras el caballo de Santiago Apóstol luchaba con los enemigos. Varios cogieron grandes ánimos al saber esto y otros al ser reprendidos por el severo Hernando Pizarro. De éste modo lograron sobrevivir un día más y consiguieron hacerse fuertes de tal modo que pudieron concebir un plan que los salvaría del apuro. Consultaron a Pascac Inca sobre la viabilidad de atacar Sacsayhuaman y éste señaló que ese era un punto vital para ofenderlos con ventaja. Por ello Hernando partió con un grupo de caballeros hacia la vía a Lima, con lo cual los cusqueños se alegraron, pensando que huían. Pero todo era un engaño y dieron vuelta para enfrentar a los enemigos y luego trepar hasta la fortaleza. El caudillo español, llegado a la misma, observó las estructuras y decidió usar escaleras para la ofensiva. Se presentaba todo, entonces, para la batalla decisiva en lo que significa la salvación de la ciudad imperial, la segunda batalla de Sacsayhuamán.

Su heroica guerra duraría varios años. Desgraciadamente, ante la fatalidad producto de la viruela (que acabó con la vida de más del 30% de la población) y las sequías, tuvo que replegarse a la selva del Cusco, donde organizó una resistencia, ya sin contar con los magníficos ejércitos que lo apoyaban al inicio y que le hicieron conocer numerosas victorias ante un rival superior en número y en armamento (ya que los españoles peleaban con ayuda de decenas de miles de aliados, provenientes de grupos rebeldes del Imperio Inca).

Murió, a finales de 1544 o principios de 1545, víctima de un asesinato político, urdido por los almagristas refugiados en la corte del Inca. Dice el escritor Ricardo Palma que Manco Inca murió por su afición al ajedrez, ya que al ganarle una partida a un almagrista refugiado, éste, encolerizado lo asesinó ante la mirada atónita de su propio hijo, Titu Cusi Yupanqui. Luego los españoles acabaron por escapar, pero fueron atrapados por los soldados que regresaban de cazar y fueron horriblemente asesinados.


Predecesor:

Incas de Vilcabamba
Sapa Inca

Sucesor:

Túpac Hualpa ? Manco Inca Yupanqui ? Sayri Tupac Inca

[editar] Véase también

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