Siam Di Tella
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Siam Di Tella fue una empresa argentina de inversión nacional fundada por Torcuato Di Tella en 1911.
SIAM deriva de las primeras letras de Sección Industrial de Amasadoras Mecánicas.
En la década de los 60 llegó a ser la industria metalmecácina más grande de América Latina con casi 15 mil empleados. La historia de SIAM y su fundador, Torcuato Di Tella, es una parábola del esplendor y el ocaso de la industria argentina.
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[editar] Historia
[editar] Inicio y auge
SIAM aparece en 1911, con un joven inmigrante italiano, el señor Di Tella, que tenía veinte años en ese momento. En Buenos Aires hay una huelga de panaderos por las condiciones de trabajo y la ciudad exige que todas las panaderías pongan una máquina de amasar pan, para evitar los conflictos sindicales. De ese modo, el Estado crea un mercado. Di Tella comenzó a fabricar una máquina que tenía algunos detalles mejorados respecto a las que había disponibles en el mercado mundial y las vendió a un ritmo espectacular. En la década del 20, ocurre un segundo fenómeno importantísimo. El general Enrique Mosconi asume la presidencia de YPF, le da impulso a la empresa petrolera estatal y comienza a instalar estaciones de servicio. Di Tella, que era amigo de Mosconi, le ofrece fabricar los surtidores y el general acepta porque le interesa sostener la fabricación nacional de surtidores. Más tarde Di Tella va a fabricar equipos de bombeo para YPF. Al terminar la década del 20, en una Argentina básicamente agroexportadora, donde prácticamente toda la industria se importaba, esite una empresa metalmecánica, de tecnología relativamente avanzada para su época, que estaba creciendo de manera sistemática, apoyada en las compras del sector público.
La empresa se expande a tal punto que Di Tella decide reunir la producción, que estaba dispersa en varios talleres, en una gran fábrica metalmecánica en Avellaneda, que fue la planta madre de SIAM. Al poco tiempo estalla la crisis del 29, y en segundo lugar, el golpe del 30. A Mosconi lo echan de YPF y Di Tella se encuentra con una fábrica de enorme envergadura, casi sin mercado. Fue en esos momentos donde aparece el genio de un empresario muy dinámico, que empieza a probar qué puede producir. Primero descubre que puede fabricar heladeras comerciales. Sigue con bombas de agua, heladeras familiares y otros electrodomésticos. En los cincuenta hizo un acuerdo con una firma italiana, Lambretta, para fabricar motonetas, a las que decide llamar Siambretta, porque el viejo Di Tella quería ser, “el Ford argentino“, porque tenía una proyección de crecimiento industrial y de progreso. Bastó que SIAM anunciase que iba a fabricar la motoneta Siambretta, para que la gente se anotara en la lista de espera de las concesionarias pagándola por anticipado. Es decir, la gente se estaba anotando en las concesionarias, cuando SIAM todavía no había empezado a instalar la fábrica. Luego SIAM le regaló una cantidad de motonetas al gobierno de Perón, quien se mostró manejando su motoneta en un episodio que se hizo famoso.
[editar] Declive y desaparición
En el año 1948, cuando era todavía relativamente joven, Di Tella fallece repentinamente, y deja un emporio industrial de dimensiones fenomenales para la Argentina. También deja un hueco de conducción. Él había insistido a sus dos hijos, Guido y Torcuato, para que fueran ingenieros y se hicieran cargo de la fábrica. Los dos se recibieron de ingenieros, pero ninguno de los dos quiso dedicarse a la empresa, esto fue el inicio de la cuenta regresiva del declive de SIAM.
Desde ese momento la empresa comienza a tener problemas de gestión. A esto se agregó que la demanda del Estado se volvió errática. Por ejemplo, en un momento el presidente Arturo Frondizi les dice a los directivos que va a lanzar un plan de desarrollo eléctrico y ellos decidieron montar una fábrica de grandes transformadores y equipos eléctricos. Pero el plan no se realizó y la planta quedó sobredimensionada. En ese momento comienzan a aparecer problemas de sobreinversión. Luego comienzan a fabricar autos con tecnología inglesa, lo cual era muy arriesgado porque debían competir con gigantes como General Motors o Ford. Los autos son muy bien recibidos por el mercado. Pero cuando llegó el momento de afrontar el cambio de modelo, para lo cual se necesitaba capital, SIAM tuvo dificultades porque ya tenía algunas fábricas trabajando a bajo ritmo. Decidió endeudarse con el Estado en dos formas, por créditos pedidos al Banco Nacional de Desarrollo y dejando de pagar impuestos. Como no recuperó capacidad de pago, en los años 70, los dueños de la empresa comienzan a darle al Banco Nacional de Desarrollo acciones de la empresa a cambio del pago de los créditos. Y en un par de años, el Estado se convierte en el dueño de Siam Di Tella. A partir de la dictadura militar la actitud del Estado cambia completamente. Para, en ese entonces ministro de economía, Martínes de Hoz, la empresa es una carga que hay que sacarse de encima destruyéndola. Y el gobierno desmembra la empresa para venderla, pero no lo logra.
Lo grave es que en ese momento se presenta una oportunidad para SIAM, porque se proyectó la construcción del gasoducto Centro-Oeste y SIAM podía producir los caños. Pero la empresa que se hace cargo del gasoducto decide importarlos, lo cual fue lapidario para SIAM. Poco antes de dejar el cargo, Martínez de Hoz ordena vender SIAM “de cualquier manera”. Pero eso era cada vez más difícil porque la empresa ya tiene un enorme deterioro funcional, está con un déficit gigantesco y su capacidad productiva apenas es utilizada al quince o veinte por ciento. Pasa toda la crisis del 81-82 y llega el gobierno democrático, que decide venderla. La va vendiendo por partes a distintos grupos empresarios a partir de 1986. Esta opción no da resultado porque la crisis económica se acentúa y porque luego viene el régimen de convertibilidad, que afecta a toda la industria. En esas condiciones, una empresa tan golpeada no podía competir, por lo cual se van cerrando prácticamente todas las plantas de Siam. La gran planta de maquinaria pesada para equipo eléctrico cerró; otras plantas también fueron cerradas y loteadas.
Hoy sólo quedan una fábrica de caños en manos de Dálmine Siderca y una cooperativa de autogestión en la planta de Avellaneda. La cooperativa tiene 200 obreros y la planta, una capacidad para dar trabajo a 5.000. Es decir, lo que fue un enorme activo industrial ha desaparecido.