Valor

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Valor

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Para otros usos de este término véase Valor (desambiguación).

[editar] Consideraciones generales

Los valores son características morales positivas que toda persona posee, tales como la humildad, la piedad y el respeto; así como todo lo referente al género humano. El concepto de valores se trató, principalmente, en la antigua Grecia como algo general y sin divisiones, pero la especialización de los estudios en general ha creado diferentes tipos de valores, y han relacionado estos con diferentes disciplinas y ciencias. Es una entidad intrínseca y social al mismo tiempo.

Se denomina tener valores al respetar a los demás; asimismo los valores son un conjunto de ejemplos que la sociedad establece para las personas en las relaciones sociales.

Su estudio corresponde a la Axiología, una rama de la Filosofía, y de una forma aplicada pueden ocuparse otras ciencias como la Sociología, la Economía y la Política, realizándolo de maneras muy diferenciadas.

Los valores no existen en una sociedad con problemas de comunicación.

Sus definiciones y contenidos han cambiado en el curso de la Historia. Los valores son creencias de mayor rango, tienen una expresión de consenso social, y es un componente de la cultura, que incluye asimismo a los agnósticos con los movimientos de antivalores o bien por su sustitución por otro grupo de valores

Estos son algunos de los valores morales:

[editar] Teoría de los valores

En un artículo de esta naturaleza, el enfoque puede centrarse sobre los valores morales, como se hizo hasta aquí. Pero no debemos desconocer ni dejar de lado, que en los orígenes de la teoría del valor, hacia fines del siglo XIX, el espectro de valores particulares ha sido considerado mucho más amplio. En general, allí se estima que es valioso, lo que, hablando de manera redundante, “vale”. En este sentido, vale lo religioso, lo estético o bello, lo vital, lo útil, y como ya se abundó anteriormente, lo bueno y lo justo. Para estos teóricos finiseculares, cuadra el distingo entre “ser” y “valer”. Las cosas son, y la belleza– digamos- no es, sino que vale. Por tal motivo, lo ontológico, o relativo al ser, camina de modo paralelo a lo axiológico, o relativo al valor. Los valores tienen, como en torno de lo ético quedó apuntado, polaridad.Son entidades, si así puede denominarse para comprender, que frecuentan el antagonismo de los contrarios. Lo sagrado se contrapone a loprofano. Lo bello a lo feo. Lo sano a lo enfermo. Lo útil a lo inútil o deleznable.Lo justo a lo injusto. Lo bueno a lo malo. Así, esta polaridad tiene su aspecto positivo y la contrapartida negativa. Además, en este contexto se habla de “escala de valores”. No es lo mismo optar por lo “útil”, desechando lo “bello”,que la conducta contraria. Pareciera que todos estamos como predispuestos a sentir -y esta palabra tiene implicancias importantes- que un cuadro de Leonardo vale más que un artefacto técnico de nuestra época. Que la ayuda a los inocentes vale más que la ayuda a los malvados en consideración a que ello me resulta “útil”. Y así podríamos seguir. Ahora bien. Se acaba de enfatizar sobre la palabra “sentir”, y ello se debe a que en los formadores de la teoría, se planteó el modo de “captar” los valores. La intuición de los mismos, según lo declarará ya en el siglo XX, Scheler, es emocional. No intelectiva. Así ocurre con la captación individual de un valor, y también acaece con la distinción en la magnitud cotejada de los valores, que terminará estratificándose en una escala. Para este último filósofo, sentimos los valores con intuición emocional objetiva, del valor y de la escala correspondiente. Esta posición se opondrá de manera tajante a los que ya en el principio de la teorización hablaron de la subjetiva y algo arbitraria constitución del valor y de la escala de valores. Esta última postura conlleva,lógica e inevitablemente,a un declarado relativismo. Una imposibilidad de emitir juicios críticos valederos, y de toda actitud crítica en general, en virtud de la carencia de toda fundamentación. Agreguemos que, curiosamente, mucho después de formulado el objetivismo scheleriano, los neopositivistas entendieron, amarrados a su teoría de la verificación empírica de los juicios, que los juicios de valor no se pueden “demostrar” por la experiencia, y que, por lo mismo, se quedan en mera “expresión” del sujeto. En movimiento “centrípeto” de la subjetividad. Hacia mediados del siglo XX, Sartre, retrotrayéndose a Nietzsche y a la “muerte de Dios” dirá, desde su ateísmo y reiterando de alguna manera al filósofo de Zaratustra, que si Dios no existe, todo vale lo mismo,haciendo igualmente estimable cualquier conducta ética. Lo que, implícitamente, ponía en la existencia de lo divino el fundamento de los valores de todo tipo, especialmente de los morales, y de toda escala de los mismos. Acotemos a este respecto que, el autor de “Los hermanos Karamázov” y de “Crimen y castigo”, ya había manifestado sobre este mismo tópico que “si Dios no existe, todo esta permitido”. Como acontece en filosofía, estas noticias un tanto dispersas lo único que intentan es plantear la complejidad del problema. Acaso porque en esta disciplina predominan las preguntas e inquietudes, y no las respuestas firmes y convincentes. El campo está abierto, siempre, para una continua y renovada especulación. ‘Texto en negrita’Texto en negrita’

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