Morisco

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Morisco

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Los moriscos (palabra que deriva de moro) fueron los españoles musulmanes bautizados tras la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502.

Embarque de moriscos en Valencia, de Pere Oromig

Embarque de moriscos en Valencia, de Pere Oromig

Fueron numerosos en el Bajo Aragón (actual provincia de Teruel) y el sur del reino de Valencia. En Castilla no fueron abundantes, a juzgar por los datos que nos han llegado de las cuentas de contribución (un tipo de impuestos), salvo en el reino de Granada.

Tabla de contenidos

[editar] Historia

Texto morisco aljamiado

Texto morisco aljamiado

En 1491 Boabdil, el último rey nazarí, capituló ante los Reyes Católicos y negoció la entrega de Granada el 25 de noviembre. Entre otras cosas se acuerda:

Que los moros podrán mantener su religión y sus propiedades. Que los moros serán juzgados por sus jueces bajo su ley, que no llevarán identificáis que delaten que son moros como las capas que llevan los judíos. Que no pagarán más tributo a los reyes cristianos que el que pagaban a los moros. Que podrán conservar todas sus armas salvo las municiones de pólvora. Que se respetará y no se tratará como renegado a ningún cristiano que se haya vuelto moro. Que los reyes sólo pondrán de gobernantes gente que trate con respeto y amor a los moros y si estos faltasen en algo serían inmediatamente sustituidos y castigados. Que los moros tendrán derecho a gestionar su educación y la de sus hijos.

Inmediatamente después de la entrada de los Reyes Católicos en Granada comenzaron una labor de conversión por métodos pacíficos. Para ello deciden encomendar a Fray Hernando de Talavera, primer Arzobispo de Granada, la tarea de convertir a los mudéjares a la fe cristiana. Éste se dedicó a su cometido con gran entrega: aprendió el árabe y predicaba con mansedumbre y bondad, tanto que los musulmanes le llamaban «el santo alfaquí».

En julio de 1499 los Reyes visitan Granada y se asombran del aire tan musulmán que aún conservaba la ciudad, incluso en sus vestidos y costumbres. Deciden por ello encomendar al Cardenal Cisneros, que ya había participado en la conquista del reino de Granada, la tarea de persuadir con más dureza a la conversión. Éste comenzaría a forzar las conversiones mediante un plan con tres puntos: a) devolver a la fe cristiana a los elches o renegados, cristianos convertidos al islam; b) presionar a los jefes musulmanes para fomentar la conversión. Normalmente los medios de presión eran económicos: exención de deudas y sobornos; también hubo malos tratos físicos. Se cuenta de un zegrí que resistió veinte días, ganando fama de hombre duro; c) presentar al pueblo el ejemplo de los jefes convertidos.

Estos medios de presión fueron efectivos. Los métodos represivos empleados por el cardenal cumplieron su objetivo, ya que fueron varios miles los musulmanes que recibieron el agua del bautismo, convirtiéndose en cristianos. También se confiscaron muchos libros, y se dividieron en dos lotes, uno de temática religiosa, coranes, etc., todos los cuales fueron quemados en la hoguera, en la plaza céntrica de Bibirrambla, y el otro lote, de materias científicas, que fue enviado a la universidad de Alcalá. Estos hechos se produjeron en ausencia de los Reyes Católicos. Posteriormente, a la vista de los resultados, los Reyes declararon que no eran esas sus instrucciones. Probablemente el Cardenal Cisneros sobrepasó las instrucciones recibidas.

La mayor parte de ellos, sin embargo, continuaron manteniendo su lengua, sus costumbres y su antigua religión. Prueba de ello son los textos aljamiados, escritos en castellano pero con grafía árabe.

He aquí cómo veía el historiador coetáneo, Luis del Mármol Carvajal, a los moriscos:

…y si con fingida humildad usaban de algunas buenas costumbres morales en sus tratos, comunicaciones y trajes, en lo interior aborrecían el yugo de la religión cristiana, y de secreto se doctrinaban y enseñaban unos a otros en los ritos y ceremonias de la secta de Mahoma. Esta mancha fue general en la gente común, y en particular hubo algunos nobles de buen entendimiento que se dieron a las cosas de la fe, y se honraron de ser y parecer cristianos, y destos tales no trata nuestra historia. Los demás, aunque no eran moros declarados, eran herejes secretos, faltando en ellos la fe y sobrando el baptismo, y cuando mostraban ser agudos y resabidos en su maldad, se hacían rudos e ignorantes en la virtud y la doctrina. Si iban a oír misa los domingos y días de fiesta, era por cumplimiento y porque los curas y beneficiados no los penasen por ello. Jamás hallaban pecado mortal, ni decían verdad en las confesiones. Los viernes guardaban y se lavaban, y hacían la zalá en sus casas a puerta cerrada, y los domingos y días de fiesta se encerraban a trabajar. Cuando habían baptizado algunas criaturas, las lavaban secretamente con agua caliente para quitarles la crisma y el oleo santo, y hacían sus ceremonias de retajarlas, y les ponían nombres de moros; las novias, que los curas les hacían llevar con vestidos de cristianas para recibir las bendiciones de la Iglesia, las desnudaban en yendo a sus casas y vistiéndolas como moras, hacían sus bodas a la morisca con instrumentos y manjares de moros…

Durante la primera mitad del siglo XVI hubo cierta tolerancia. La autoridad reprobaba esta fidelidad al Islam, que combatía mediante la Inquisición y la toleraba al mismo tiempo, esperando la conversión.

Muchos mudéjares del Albaicín se vieron estafados por cómo los estaban engañando los cristianos, ya que primero les garantizaron que iban a poder seguir con su religión y después los estaban «convenciendo» para que se convirtieran. Los mudéjares granadinos comenzaron a protestar y a pedir la destitución de Cisneros, y como respuesta a estas quejas, Cisneros encarceló a los mudéjares más respetados de Granada, teniéndolos por los instigadores de los revoltosos, y pensando que si éstos dejaban de sermonear a la gente, se convertirían al cristianismo. En enero de 1500 mataron a un oficial de Cisneros, lo cual provocó el alzamiento de musulmanes y conversos. De este modo comienza en 1500 el levantamiento popular del Albaicín. Este levantamiento se extiende por toda la sierra de las Alpujarras, llegando hasta Almería y Ronda, contestando los reyes con una fuerte opresión militar de la mano del conde Tendilla.

Después de sofocar los levantamientos, en 1501, Tendilla pidió «pasar por cuchillo a todos los moros que habían participado en las revueltas», a lo que el rey Fernando le contestó: «Cuando vuestro caballo hace alguna desgracia no echáis mano de la espada para matarle, antes le dais una palmada en las ancas, y le echáis la capa sobre los ojos; pues mi voto y el de la Reina es que estos moros se bauticen, y si ellos no fueron cristianos, lo serán sus hijos o sus nietos».

Con el motivo del levantamiento de las Alpujarras, los cristianos aprovecharon para afirmar que los musulmanes habían quebrantado el pacto alcanzado en 1491. Por ello dictaron la Pragmática de 14 de febrero de 1502, que ordenaba la conversión o expulsión de todos los musulmanes del reino de Granada, exceptuando a los varones de menos de 14 años y las niñas menores de 12, antes de abril del citado año. Esta Pragmática supuso un quebrantamiento de los compromisos firmados por los Reyes Católicos con el rey Boabdil en las Capitulaciones para la entrega de Granada, en las que los vencedores castellanos y aragoneses garantizaban a los musulmanes granadinos la preservación de su lengua, religión y costumbres.

Los mudéjares de toda España tuvieron que ir a las iglesias a bautizarse. Se les preguntaba qué nombre querían tener, y si alguno no entendía bien el castellano, cosa que pasaba sobre todo en el antiguo reino de Granada, o no se le ocurría ningún nombre, se le ponía Fernando si era hombre e Isabel si era mujer. La conversión fue general en todas partes. A partir de esta conversión forzada, los mudéjares dejaron oficialmente de serlo, ya que estaban bautizados y se les llamaba moriscos, expresión que en esta época tenía un matiz claramente peyorativo.

Para evitar el exilio, la mayoría de los musulmanes optaron por la conversión al cristianismo. La conversión fue general en todo el Reino de Granada. Durante el reinado de Carlos V, gracias al apoyo que los moriscos prestaron al rey y a sustanciosos donativos, la corona adoptó una posición flexible con ellos y les permitió que conservaran sus usos y costumbres. De esta forma, los moriscos se mantuvieron como una comunidad propia sin integrarse en la sociedad española de su tiempo.

La Expulsión de los Moriscos, de Vicente Carducho (Museo del Prado, Madrid)

La Expulsión de los Moriscos, de Vicente Carducho (Museo del Prado, Madrid)

Sin embargo, con la llegada al trono de Felipe II, la conversión forzada de los musulmanes granadinos y, sobre todo, el miedo a nuevas sublevaciones hizo que muy pronto se dudara de la sinceridad de su fe.

En 1566, Felipe II prohibió, aleccionado por Diego de Espinosa, el uso de la lengua árabe, de trajes y ceremonias de origen musulmán. Al tratar de aplicarse este decreto, se produjo la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), bajo el mando de Aben Humeya. Dominada la revuelta, los moriscos granadinos fueron deportados hacia La Mancha y Castilla la Vieja.

A finales del siglo XVI, la población morisca en los reinos peninsulares ascendía a unas 275.000 personas. Se concentraban fundamentalmente en el Reino de Valencia en la Corona de Aragón y en la meseta, Extremadura, Murcia y Andalucía en el reino de Castilla. Los moriscos vivían fundamentalmente en el campo, en calidad de vasallos de los señores nobiliarios, en condiciones mucho más duras que las de la población cristiana. Desde la sublevación de las Alpujarras, la predicación se vio acompañada de la represión.

Odiados por los cristianos viejos, rechazados por la corona, que veían con inquietud la posibilidad de una nueva sublevación que actuase como una quinta columna de los berberiscos o los turcos y detestados por la Iglesia, que dudaba de la sinceridad de su conversión, los moriscos devinieron en una masa explotada y desarticulada, objeto de toda clase de sospechas.

En varias ocasiones se pensó en decretar su expulsión, pero la medida se pospuso debido a las presiones de la nobleza aragonesa y valenciana, beneficiados de este régimen de semiesclavitud.

Finalmente, Felipe III decretó la expulsión en 1609. La expulsión se lleva a cabo hasta el año 1616. En esa fecha, termina la existencia de los mudéjares en España pero no de los moriscos, que son expulsados o trasladados.

Salen de Valencia 118.000 moriscos, 61.000 de Aragón, 45.000 de Castilla y Extremadura, 16.000 de Murcia y 32.000 de Andalucía. Muchos se fueron a América, sobre todo México, República Dominicana, Gran Colombia, Perú y Argentina. Como frecuentemente eran denominados sólo «cristianos nuevos», generalmente se les confundía con los marranos, los cristianos nuevos de judíos.

Las consecuencias fueron graves y afectaron fundamentalmente al reino de Valencia, el cual pierde la cuarta parte de su población, lo que repercutió en la paralización de la agricultura, especialmente la producción de trigo y caña de azúcar. Los grandes señores, perjudicados por la expulsión de un contingente importante de su mano de obra, se contentan con la incorporación de las tierras confiscadas a los moriscos. La burguesía se arruina, puesto que vio suspendida el pago de rentas por los préstamos hechos a los propietarios rurales.

El término morisco se impone de manera absoluta a partir de 1570. Antes existía todo un elenco de denominaciones: cristianos nuevos de moro, cristianos nuevos de morisco, simplemente cristianos nuevos o nuevamente convertidos.

[editar] Ciudadanía española

En octubre de 2006, el Parlamento Andaluz decidió exigir el acuerdo de los tres grupos parlamentarios mayoritarios para respaldar una ley que consentiría el acceso a la ciudadanía española a los descendientes de los moriscos.[1] Se espera que la ley propuesta pase a las Cortes Generales.

Esta medida podría beneficiar a un número indeterminado de personas en Marruecos, Argelia, Túnez, Mauritania, Malí y Turquía, entre otros lugares.[2]

Este hecho es consecuencia de algunas llamadas hechas por algunos historiadores y académicos españoles y marroquíes desde 1992 requiriendo para los moriscos un trato similar al dado a los descendientes de los sefardíes expulsados .[3]

[editar] Referencias

  1. ? Propuesta de IU sobre derecho preferente de moriscos a la nacionalidad
  2. ? Piden la nacionalidad española para los descendientes de moriscos
  3. ? La Junta Islámica pide para descendientes de moriscos la nacionalidad española

[editar] Bibliografía

  • Caro Baroja, J. Los moriscos del Reino de Granada. Ensayo de historia social. Istmo. Madrid, 1976.
  • Domínguez Ortiz, A. y Vincent, B. Historia de los moriscos. Vida y tragedia de una minoría. Ed. Revista de Occidente. Madrid, 1978.
  • Gallego Burín, A. y Gámir Sandoval, A. Los moriscos del Reino de Granada según el sínodo de Guadix de 1554. Universidad de Granada, 1996 (facsímil de la edición de 1968).
  • García Pedraza, Amalia. Actitudes ante la muerte en la Granada del siglo XVI. Los moriscos que quisieron salvarse. Universidad de Granada, 2002.
  • Perceval, J.M. Todos son uno. Arquetipos, xenofobia y racismo. La imagen del morisco en la Monarquía Española durante los siglos XVI y XVII. Instituto de Estudios Almerienses. Almería, 1997.

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos

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