Emperador

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Emperador

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Para el pez espada véase Xiphias gladius.

Emperador, título político originado en el Imperio Romano. Aunque con frecuencia se llame emperadores a los líderes de ciertos grandes imperios, por asociación con éstos, lo cierto es que los comúnmente llamados Emperadores de China o Japón no lo son en el sentido estricto, porque el título se asocia con un cierto continuismo (a lo menos lejano) con la cultura latina de la que emana.

Tabla de contenidos

[editar] Historia

[editar] Título latino

Artículo principal: Emperador romano

Originariamente el imperator era el jefe del ejército romano. El año 27 adC, Octavio Augusto unificó el mundo romano y estableció el Imperio Romano, pero no se atrevió a asumir poderes absolutos y quebrar de esta manera el sistema político de la República Romana, debido al ejemplo que representaba el asesinato de Julio César el año 44 adC, precisamente acusado por los senadores de querer acabar con las libertades civiles republicanas. De esta manera creó el Principado, un régimen político en el cual se mantenían todos los cargos y formas republicanas, pero todos los grandes cargos públicos eran asumidos por Octavio . Aunque éste aceptó para sí tan solo el título de princeps civium (esto es, el primero de los ciudadanos), en la práctica el título más importante que tenía era el de Imperator o jefe del ejército, porque era éste el último garante de la paz romana después de las cruentas guerras civiles libradas en el último siglo. De esta manera, con el paso del tiempo se fue identificando el título de Emperador con el de amo y señor absoluto de un imperio.

[editar] La caída de Roma

Artículos principales: Imperio Bizantino e Imperio Carolingio

Una vez derrumbado el Imperio Romano de Occidente, el Imperio Bizantino se consideró continuador de la tradición romana, aunque abandonó la cultura latina por la antigua cultura helénica que había originado a aquélla. Los emperadores bizantinos se hicieron llamar con el término griego basileus, que significa rey. Sin embargo, en el ámbito oriental comenzó a cobrar fuerza también el título de Zar, derivado del nombre latino César, y que se aplicó después al Zar de Bulgaria, para ser tomado en su momento por los Zares del Imperio Ruso, una vez caída Constantinopla en manos de los otomanos.

En Occidente no hubo Emperadores desde el año 476, pero la Iglesia de Roma se consideraba continuadora del Imperio, en el campo espiritual. Inicialmente los papas romanos reconocieron a los emperadores bizantinos como continuadores de la tradición imperial romana, pero las crecientes desaveniencias entre ambos (fundamentalmente porque los papas tuvieron muchas veces que defenderse con sus propias armas de invasores extranjeros, sin recibir ayuda de los bizantinos que supuestamente debían protegerlos) hicieron que el Papa torciera la mirada hacia el creciente poder político de los francos. De esta manera los Papas llamaron a Pipino el Breve en su ayuda, entronizándole como rey de los francos en recompensa. Su hijo Carlomagno fue coronado Emperador de Occidente el año 800 en Roma, en un sorpresivo gesto del Papa León III; oficialmente se sostiene que por agradecimiento ante su intervención durante una revuelta en Roma, pero es posible que haya sido motivado por el creciente acercamiento entre Carlomagno e Irene, a la sazón emperatriz de Bizancio, lo que iba en contra de sus intereses. En el año 812, el emperador bizantino Miguel I Rangabé reconoció a Carlomagno como emperador de Occidente a través de un tratado firmado en Aquisgrán, aunque esta aceptación fue endeble, ya que Bizancio consideraba que la nueva realeza germana no tenía lazo jurídico alguno con el Imperio Romano, mientras que el Imperio Bizantino sí que era (en el papel, al menos) sucesor legal de éste, en Oriente.

Después de que los nietos de Carlomagno se repartieran su imperio en el Tratado de Verdún (843), hubo varios advenedizos que con mayor o menor fortuna intentaron hacerse reconocer como Emperadores, tratando de forzar al Papa mediante el envío de expediciones militares a Italia. Finalmente el año 962 el rey germano Otón el Grande consiguió ser coronado legítimo Emperador de Occidente, lo que le proclamaba como heredero de Carlomagno, fundándose así el Sacro Imperio Romano Germánico. Sus sucesores conservarían el título hasta el año 1806, aunque el propio Sacro Imperio Romano Germánico fue prácticamente desmantelado en 1648, después del Tratado de Westfalia.

[editar] Sacro Imperio Romano Germánico

Artículo principal: Sacro Imperio

Durante siglos se admitió en Occidente que el Papa, como legítimo custodio de la tradición romana, era el único capaz de designar Emperadores. Supuestamente, en la concepción medieval, el mundo estaba bajo la tutela temporal del Emperador, y la espiritual del Papa, como señores conjuntos del mundo cristiano (y del mundo, en definitiva, por cuanto el Papa se consideraba Vicario de Cristo para toda la Humanidad). De esta manera sólo podía haber un único Emperador, con jurisdicción sobre todos los reyes cristianos. Sin embargo, este sueño estuvo lejos de cumplirse, ya que nunca el Emperador de Occidente consiguió imponerse a todos los reyes cristianos; quien llevó más lejos este sueño universalista fue el Emperador Carlos I de España, precisamente en una época (el Siglo XVI) en que el universalismo medieval estaba desapareciendo en beneficio del nacionalismo moderno. Sin embargo, aunque los reyes medievales se trenzaran en múltiples guerras, e incluso muchos de ellos combatieran por las armas al Emperador de turno, jamás intentaron tomar para sí el título por no contar con las bases legales para ello.

[editar] El imperio napoleónico

Artículo principal: Imperio napoleónico

Sin embargo, la llegada de Napoleón Bonaparte cambiaría las cosas. Durante el Siglo XVIII se había producido un fuerte renacimiento del clasicismo romano (Neoclasicismo), que se había vinculado a la idea de que la Razón iba a superar el oscurantismo que se identificaba con la Edad Media. En lo político (y también en lo artístico), Napoleón trató justamente de regresar al modelo imperial romano, por lo que se transformó en cabecilla de un gobierno directorial a la manera romana: el Consulado. Napoleón finalmente mandó llamar mediante presiones y amenazas al Papa Pío VII para coronarse Emperador en la Catedral Notre Dame de París, el año 1804. Sin embargo, en el momento decisivo y en un gesto de orgullo, Napoleón arrebató al Papa la corona imperial, y se la ciñó él mismo, como un gesto según el cual él mismo se hacía el hombre más poderoso de la Tierra.

Sin embargo, todavía seguía existiendo el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, a la sazón Francisco II, quien optó por renunciar a su título en 1806 y adoptar el de Emperador de Austria con el nombre de Francisco I. El Imperio Austríaco seguiría siendo, tras el Congreso de Viena de 1815, el heredero del Sacro Imperio y, tras la derrota contra Prusia en la guerra austro-prusiana de 1866, pasaría a llamarse Imperio Austrohúngaro. En 1871 el Rey Guillermo de Prusia, después de la Guerra franco-prusiana, y considerándose legítimo heredero del Sacro Imperio Romano Germánico, al haber derrotado previamente a Austria-Hungría, se proclamó Emperador de Alemania. Ambos Imperios, Austrohúngaro y Alemán, serían abolidos en 1918 y con ellos se extinguiría la línea del Imperio Romano de Occidente. La del Imperio Romano de Oriente habría desaparecido el año anterior, en 1917, con la caída de los zares en Rusia.

No obstante, el gesto de Napoleón no sólo fue calificado como una usurpación por parte de un advenedizo sin títulos legales ni jurídicos para su acción, sino que además abrió la espita para otros advenedizos que acto seguido se proclamaron Emperadores en los más curiosos lugares de la tierra. De esta manera, en Haití reinaron los Emperadores Jacobo I de Haití (1804-1806) y Faustino I (1847-1859). En México, el general Agustín de Iturbide se proclamó como Emperador Agustín I en 1821, aunque sería derrocado al año siguiente; en 1864 asumiría Maximiliano I en México, entronizado por los ejércitos de Napoleón III, y duraría en funciones hasta ser fusilado en 1867. Al año siguiente que Agustín Iturbide, en 1822, se proclamó el Imperio de Brasil, con Pedro I de Brasil como Emperador; éste duraría hasta la proclamación de la República en 1888. La reina Victoria de Inglaterra se proclamaría, a su vez, Emperatriz de la India. Y en 1976 el general africano Jean Bédel Bokassa (admirador de Napoleón Bonaparte) transformó la República Centroafricana en Imperio Centroafricano, y él mismo se proclamó Bokassa I en una desmesurada ceremonia; este dictador duraría hasta 1979, año en que fue derrocado por una sublevación popular.

[editar] Otros emperadores

Algunos títulos de monarcas han sido traducidos a las lenguas europeas como Emperador, pese a que no guardan relación con el Imperio Romano ni sus estados sucesores. Así, los soberanos de Persia o Irán han recibido el título de Emperadores desde la creación del Imperio Persa hasta su disolución en 1979. Puesto que Sah se tradujo como Emperador, el término Sahbanu que sólamente utilizó Farah Diba ha sido traducido como Emperatriz. En China el título del monarca era el de Wáng, traducido como rey, y cuando se unificó el país pasó a ser Huángdì lo que se ha traducido como Emperador y ha durado hasta 1912 con la deposición de Puyi. Si bien los soberanos de los grandes estados islámicos no han recibido por la historiografía este título, sino el de Califa o Sultán, dichos estados si que han sido llamados Imperios, por lo que se habla del Imperio Abbasida, el Imperio Omeya o, más tarde, del Imperio Turco o Otomano.

En la actualidad, el único gobernante del mundo que conserva el título de Emperador es el del Japón, si bien no tiene ninguna relación con el título de origen romano y es la traducción al castellano de la palabra tenno, que también puede ser entendida como “rey” o “monarca”.

[editar] Véase también

El contenido de este artículo incorpora material de una entrada de la Enciclopedia Libre Universal, publicada en castellano bajo la licencia GFDL.

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